¿Cómo Hacen las jirafas?
Las vacas hacen muuu....., los perros guau, guau, miau los gatos, oinc oinc los chanchos y ggrrrrrrr los tigres. Hasta ahí todo bien. La señorita mostraba dibujos de animales y los chicos imitaban los sonidos que los caracterizan. Entonces la nena del cuchuflito en la cabeza preguntó por las jirafas ¿ Qué ? ¿ Las jirafas… qué sonido hacen? El silencio de la señorita parecía castigar a todos de afonía, sólo hablaban los que no habían escuchado la pregunta y se guían imitando al último animal nombrado con ruidos y gestos. Finalmente la seño se confesó: no sé el ruido que hacen las jirafas, pero… lo vamos a averiguar.
Para la cena, la nena del cuchuflito ya había olvidado la pregunta, la seño ya había buscado información sobre las jirafas y Margarita descansaba con los ojos abiertos junto a la almohada. Margarita era un peluche encargado de hacer dormir a la nena, cada noche, cuando la madre le sacaba el cuchuflito de la cabeza. Margarita era una simpática jirafa de ojos grandes y piel suavecita que daba gusto acariciar.
En el sueño la nena montaba su jirafa sedosa y recorrían jardines acolchados, trepaban montañas blanditas y se deslizaban por laderas tan mullidas como el respaldar del sillón que estaba frente a la tele. Pero no hablaban solo se miraban y se entendían. Saltaban juntas, sonreían al mismo tiempo y aterrizaban con ningún estilo sobre praderas esponjosas como almohadas.
El día del zoológico todos los chicos iban en trencito, tomados de la mano, mirando a las apuradas los animales ya conocidos y los raros que avanzaban sin conocer, y de pronto llegaron ante la jirafa, alta lenta silenciosa. La señorita recordó la pregunta y explicó de forma sencilla y brutal lo que no quería escuchar la nena del cuchuflito. Las jirafas no tienen cuerdas vocales, por eso sólo hacen algunos ruidos ásperos, no mugen o relinchan o trinan. Las jirafas no hablan, concluyó un nene bajo un gran flequillo, dejando en el aire una afirmación larga y aceptada por todos. Cuchuflito se soltó del tren y de la certeza que había tranquilizado al grupo, para quedarse un rato mirando a la jirafa. Ésta comía con parcimonia, allá, en la altura más alta del mundo, o por lo menos eso pensó la nena. Se inclinaba, sacaba una lengua larguísima y luego subía, sin miedo a apunarse, para masticar todo, una y otra vez. Entonces se miraron: unos ojos humanos chiquitos abajo frente a unos ojos oscuros, altos y lejanos. Cuchuflito se imaginó paseando sobre el lomo de la jirafa, aferrada a su cuello interminable, avanzando a pasos lentos y estirados. Sobre lo que se imaginó la jirafa no tenemos información clara, pero mantuvo la mirada y acercó la cabeza a la nena aunque sin sacar la lengua (¡menos mal!). Hubo un intercambio de muecas y sonrisas, más un examen mutuo curioso y calmo.
Cuando la señorita llegó a buscarla, la charla había llegado a su fin. Las jirafas si hablan dijo finalmente la nena, hablan con los ojos ¿cómo hacen las jirafas? preguntó la maestra más preocupada en rearmar el trencito que indaga sobre la comunicación animal. Así, afirmó cuchuflito mientras ponía los ojos grandes y sacaba un poco la trompa. La cara resultaba tan graciosa que no hubo apuro o urgencia que impidiera la risa. La señorita sonrió con ganas y la nena supo que había hecho bien el gesto, pues esa era la reacción que Margarita provocaba en ella, cada noche, antes de llevarla a pasear.
Las vacas hacen muuu....., los perros guau, guau, miau los gatos, oinc oinc los chanchos y ggrrrrrrr los tigres. Hasta ahí todo bien. La señorita mostraba dibujos de animales y los chicos imitaban los sonidos que los caracterizan. Entonces la nena del cuchuflito en la cabeza preguntó por las jirafas ¿ Qué ? ¿ Las jirafas… qué sonido hacen? El silencio de la señorita parecía castigar a todos de afonía, sólo hablaban los que no habían escuchado la pregunta y se guían imitando al último animal nombrado con ruidos y gestos. Finalmente la seño se confesó: no sé el ruido que hacen las jirafas, pero… lo vamos a averiguar.
Para la cena, la nena del cuchuflito ya había olvidado la pregunta, la seño ya había buscado información sobre las jirafas y Margarita descansaba con los ojos abiertos junto a la almohada. Margarita era un peluche encargado de hacer dormir a la nena, cada noche, cuando la madre le sacaba el cuchuflito de la cabeza. Margarita era una simpática jirafa de ojos grandes y piel suavecita que daba gusto acariciar.
En el sueño la nena montaba su jirafa sedosa y recorrían jardines acolchados, trepaban montañas blanditas y se deslizaban por laderas tan mullidas como el respaldar del sillón que estaba frente a la tele. Pero no hablaban solo se miraban y se entendían. Saltaban juntas, sonreían al mismo tiempo y aterrizaban con ningún estilo sobre praderas esponjosas como almohadas.
El día del zoológico todos los chicos iban en trencito, tomados de la mano, mirando a las apuradas los animales ya conocidos y los raros que avanzaban sin conocer, y de pronto llegaron ante la jirafa, alta lenta silenciosa. La señorita recordó la pregunta y explicó de forma sencilla y brutal lo que no quería escuchar la nena del cuchuflito. Las jirafas no tienen cuerdas vocales, por eso sólo hacen algunos ruidos ásperos, no mugen o relinchan o trinan. Las jirafas no hablan, concluyó un nene bajo un gran flequillo, dejando en el aire una afirmación larga y aceptada por todos. Cuchuflito se soltó del tren y de la certeza que había tranquilizado al grupo, para quedarse un rato mirando a la jirafa. Ésta comía con parcimonia, allá, en la altura más alta del mundo, o por lo menos eso pensó la nena. Se inclinaba, sacaba una lengua larguísima y luego subía, sin miedo a apunarse, para masticar todo, una y otra vez. Entonces se miraron: unos ojos humanos chiquitos abajo frente a unos ojos oscuros, altos y lejanos. Cuchuflito se imaginó paseando sobre el lomo de la jirafa, aferrada a su cuello interminable, avanzando a pasos lentos y estirados. Sobre lo que se imaginó la jirafa no tenemos información clara, pero mantuvo la mirada y acercó la cabeza a la nena aunque sin sacar la lengua (¡menos mal!). Hubo un intercambio de muecas y sonrisas, más un examen mutuo curioso y calmo.
Cuando la señorita llegó a buscarla, la charla había llegado a su fin. Las jirafas si hablan dijo finalmente la nena, hablan con los ojos ¿cómo hacen las jirafas? preguntó la maestra más preocupada en rearmar el trencito que indaga sobre la comunicación animal. Así, afirmó cuchuflito mientras ponía los ojos grandes y sacaba un poco la trompa. La cara resultaba tan graciosa que no hubo apuro o urgencia que impidiera la risa. La señorita sonrió con ganas y la nena supo que había hecho bien el gesto, pues esa era la reacción que Margarita provocaba en ella, cada noche, antes de llevarla a pasear.
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Que ternura toodo, la historia y las imagenes están para comérselas a besos, gracias por compartirlas
ResponderEliminarBesitines
Daphne
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarme encanto encontrar esta paquina, hay cosas hermosas y que sirven!felicitaciones!
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