Había una vez un niño llamado Leo, era muy curioso y le encantaba jugar hasta tarde en la noche, pero tenía un problema: nunca quería irse a dormir temprano. Cada mañana, Leo se despertaba cansado y con sueño, y a veces llegaba tarde a la escuela.
Una noche, mientras Leo jugaba con sus juguetes, escuchó un susurro proveniente de su armario. Al abrir la puerta, encontró un reloj antiguo y brillante que nunca había visto antes. De repente, el reloj habló:
—Hola, Leo. Soy el Reloj Mágico, estoy aquí para enseñarte la importancia de dormir temprano.
Leo, sorprendido pero intrigado, escuchó atentamente. El reloj le explicó que cuando los niños duermen temprano, sus cuerpos y mentes pueden descansar y recargar energía para el día siguiente. También le contó que el sueño ayuda a que el cerebro procese todo lo que se aprendió en la escuela y mejora la concentración y el buen humor.
—¿Quieres ver qué sucede cuando duermes bien? —preguntó el reloj.
Leo asintió y el reloj comenzó a brillar intensamente. En un abrir y cerrar de ojos, Leo se encontró en la escuela, pero todo era diferente. Se sentía lleno de energía, feliz y listo para aprender. Sus amigos le preguntaron qué había hecho diferente, y Leo se dio cuenta de que la única diferencia era que había dormido temprano.
Esa noche, Leo decidió seguir el consejo del Reloj Mágico. Se cepilló los dientes, se puso su pijama y se fue a la cama temprano. A la mañana siguiente, se despertó sin necesidad de que su mamá lo llamara tres veces. Se sentía descansado y listo para un nuevo día en la escuela.
Con el tiempo, Leo se dio cuenta de que dormir temprano le permitía disfrutar más de sus días y aprender mejor en la escuela. Sus maestros y sus padres estaban muy orgullosos de él. Y aunque seguía siendo un niño curioso y juguetón, ahora entendía que había un momento para todo, incluso para dormir.
Desde entonces, Leo y sus amigos hicieron un pacto para irse a la cama temprano cada noche, y así estar siempre listos para las aventuras y aprendizajes del día siguiente.
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